miércoles, 27 de abril de 2016

Arquitectura de cartón

Recuerdo que hace un tiempo escuchaba a un profesor comentando que los proyectos que presentaban los alumnos eran siempre una fiel copia de las maquetitas de estudio, de pasar del cartón blanco, el cartón couche que venden en la librería, al hormigón armado casi de inmediato, y esos planos de cartón se transformaban en muros y lozas de un grosor uniforme, con vanos para puertas y ventanas que usarían las personas.

Sin embargo, pasa algo curioso; esas ventanas no tienen arco que sostenga al vidrio y que las una al hormigón, están "pegadas" por arte de magia y momentáneamente a ese material.

Estos son pequeños detalles que delatan la falta de experiencia del alumnado y, principalmente, la falta de sensibilidad respecto al material con el que se hallan trabajando.

Recientemente, estuve investigando sobre la arquitectura de cartón de Shigeru Ban, y dista mucho de esta arquitectura representativa, blanca y mal pegada que presentamos muchas veces. Así que la dejo de lado, porque la forma en que es trabajado el material por Ban dice mucho más que mis especulaciones; siento que lo insulto al hablar de la arquitectura de cartón así, como algo malo, porque él se ha encargado de hacer cambiar la percepción del material con su trabajo.

A lo que quiero llegar es a la falta de sensibilidad que existe en el trabajo.

Es entendible que sea así al ingresar a la universidad; a mí me pasó, que entré sabiendo bastante poco de la arquitectura y con una postura más o menos inocente al respecto, y me sigo sintiendo ignorante. Pero también pasa que no dejo de aprender cosas nuevas día tras día.

En la corta estancia que llevo en la ETSAM, he ocupado mimbre, escayola, goma eva, sisal, ladrillo y algo nuevo: greda. Diría que no tocaba tierra desde el colegio cuando hacía trabajos para la asignatura de arte, que es a la única que se relaciona utilizar arcilla. Recuerdo haber hecho un vaso romano con la cara de un león. que quedó medianamente decente y a mi madre le gustó (a pesar de creer en algún punto que era un plato o que era griego... pero son detalles que se perdonan).

Ha sido una experiencia MUY GRATA. Moldear con las manos, ensuciarme, e ir haciendo cosas. Me encanta hacer cosas. Quizá por eso estudié esta carrera, porque sueño con hacer cosas y grandes.

Quizá les comparta en otra experiencia lo que ha sido trabajar con ladrillo, las oportunidades que me he planteado y todo eso. Lo cierto es que se ha abierto un mundo de posibilidades; pero volviendo al tema, el trabajo con greda ha sido nuevo.

En primer lugar, porque como mencioné más arriba, hace AÑOS que no utilizaba el material, entonces volver a enfrentarme a éste, junto a la plasticidad que tiene para ser moldeado, ha sido nuevo. Pero también he tomado conciencia de otros detalles que no notaba.

Lo básico que sabía era que, mojándolo con agua, podía suavizar las superficies y ayudar a pegar las diferentes capas de la arcilla, y que debía golpearla y amasarla para que perdiera las burbujas de aire en su interior que podrían generar grietas cuando perdiera la humedad al secarse con el sol (o ser cocina, que es el paso siguiente que debo dar). En esta experiencia, la traté como a la masa del pan; utilicé un uslero y la estiré lo más que pude, utilicé un cuchillo para cortarla y, para hacer esto más fácil, mojaba el filo en agua primero y me sorprendía de cómo atravesaba el material. Es un material plástico, sin duda, pero no es lo suficientemente viscoso para ser como la masa del pan. Le falta su aglomerante, que en el pan es el huevo.

Me ha cruzado la idea de probar con cola a ver cómo funciona, porque sucede que si mojas demasiado la arcilla se comienza a pegar en las superficies y cuando la separas deja tras de sí parte del material que se seca y queda inutilizable: por eso hay que utilizar las manos, que ayudan a absorber y evaporar el excedente de agua que tiene la mezcla, y por eso el diario es un buen aliado para el material, porque absorbe parte del agua (y a cambio se quedan trozos de papel en la tela).

Si se estira demasiado, se agrieta, y si le agregas agua para aplanar el material, le agregas agua, sí, pero por sobretodo tratas de ocultar un "error" que ves en el material.

La verdad es esta: la perfección no existe, ni siquiera en las ideas de nuestra cabeza.

Por eso hay que aceptar esos detalles, de que el material jamás será totalmente plano y que existirán grietas o salientes que debemos valorar.

Podemos lijar luego el producto cuando esté seco, y eso lo hace todo mundo en general y está bien, porque no estamos ocultando la grieta imperfecta que surgió mientras trabajábamos, es un trabajo extra.

Es como cuando el hormigón, en el brutalismo, es dejado tal como es extraído del moldaje y no se lija para conseguir una superficie plana.

Se trata de lo mismo, de sacarle provecho y valorar esa imperfección propia del material.

Así que cuando hablo de "arquitectura de cartón" no me refiero a las casas que Ban ha diseñado con maestría para catástrofes de emergencia; hablo de la arquitectura que no valora los detalles del material y que busca la perfección por sobre cualquier otra cosa, olvidando que, de construirse, sus edificios se recorrerán, y se verá el conocimiento de cada arquitecto al observar los detalles y encuentros en su arquitectura, más allá de la forma del edificio.

Porque la arquitectura se recorre; porque la arquitectura se vive; porque la arquitectura es humana.



28 Abril 2016














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